UN CAMINO FRENTE A LA CRISIS
“Toda crisis es un riesgo y una oportunidad.”- Antiguo proverbio chino
LA VERDAD DE LA CRISIS
La realidad de Puerto Rico es la de un país en crisis continua y persistente desde hace casi 40 años. No se trata meramente de la “coyuntura” actual; se trata del colapso del sistema mismo. Esta crisis es el resultado de una realidad que se hace cada vez menos sostenible y que desde hace mucho clama por soluciones reales que nunca llegan. Nos abruma la incertidumbre en cuanto a qué somos, dónde estamos y a dónde vamos.
La crisis se sostiene, crece y persiste no porque se trata de un mal momento histórico sino del resultado de un llamado modelo económico que promueve la inacción, la dependencia, el despilfarro y la corrupción. Su naturaleza es estructural.
Los políticos que han sido electos por el pueblo con el propósito de que enfrenten y brinden soluciones a la misma, no han podido ni podrán resolverla, porque – en el lejano supuesto de que quisieran hacerlo – se encuentran completamente impedidos de lograrlo. No puede lograr una solución quien es parte del problema.
Es por eso que las llamadas “soluciones” que hasta ahora nos han impuesto sólo han servido para paliar, disfrazar o posponer la crisis en todo o en parte. Pero, como todo problema, al no ser enfrentada y resuelta, la crisis resurge posteriormente cada vez con mayor fuerza, profundidad e intensidad, como ocurre en estos momentos.
La historia de Puerto Rico en los últimos cuarenta años, ha sido la de dos grandes partidos turnándose en el gobierno. El pueblo, desilusionado con uno, recurre al otro para ver si salimos del atolladero histórico en que ambos nos metieron. El problema es que las supuestas “soluciones” de cada gobierno de turno a los problemas serios, continuos y cotidianos de nuestro pueblo no han sido otra cosa que parchos a una crisis estructural cuyo origen está en el sistema mismo y que se agrava por las políticas neoliberales y de despojo aplicadas por los dos partidos que se han turnado en el poder. Del tercer partido, ni hablamos. Nunca ha accedido al gobierno y subsiste cada vez más reducido, sostenido precariamente por el fondo electoral.
La crisis actual es el cúmulo de décadas de endeudamiento masivo de nuestro pueblo por gobiernos cuyo objetivo ha sido el de enriquecer a sus personeros principales y servir a las clases privilegiadas que operan como una oligarquía. El “sostén” económico del país, se funda, no en la producción y el desarrollo sino en la dependencia de los fondos que llegan de Estados Unidos. Ese sistema ha creado dos grandes sectores dependientes: los sectores más pobres y los más ricos. A los pobres los paralizan y controlan con las migajas de las llamadas “ayudas del gobierno”, que no sacan a nadie de la pobreza porque son paliativos cuyo propósito y consecuencia es la de anclar a los menos favorecidos en la eterna pobreza subsidiada. A los más pobres se les castiga quitándole o reduciéndole las llamadas “ayudas” cuando intentan salir de su condición mediante su trabajo y esfuerzo. En otras palabras, se castiga al que trabaja. Mientras tanto, se les incorpora al mundo del consumo indiscriminado, mediatizando su potencial explosión social revolucionaria. En estos objetivos reciben ayuda del bajo mundo a través de la venta y consumo de drogas.
El sector verdaderamente dependiente es el gran beneficiario de las prebendas del estado. Son los ricos, las grandes empresas extranjeras y la oligarquía local. A éstos se le sirve con la cuchara de oro. El estado les provee fondos, exenciones contributivas, contratos leoninos y todo tipo de privilegios. El objetivo es inverso al de las llamadas ayudas a los sectores pobres. En este caso se trata de transferir a ellos el dinero del pueblo, haciéndolos cada vez más ricos.
El sector productivo, es decir, la clase trabajadora junto a otros sectores medios de la sociedad, ha sido, junto a los más pobres, quien históricamente ha sufrido y llevado en sus hombros la dura y pesada carga de dichas políticas.
Los políticos de turno se han beneficiado grandemente de este modelo de injusticia social, por cuanto les sirve para apoderarse de las instituciones del estado y los fondos públicos como botín de guerra para enriquecerse injustamente y, de paso, enriquecer a sus amigos. Viven como reyes y reinas. Para asegurar dichos privilegios, han creado una casta política en la cual hijos, sobrinos y familiares heredan puestos, contactos y posiciones.
Esta lucha sorda por el botín que constituyen los dineros y las instituciones públicas han hecho que la política partidista permee todos los aspectos de la vida gubernamental en todas las ramas del gobierno: muchos jueces y fiscales se nombran, no en virtud de sus méritos sino por sus afiliaciones, padrinos o contactos. Se nombran jefes de agencias, no por su compromiso y conocimiento, sino como un premio bien remunerado a sus gestiones partidistas. El principio de mérito cedió ante el “principio” del favoritismo. Los contratos se reservan, no para el mejor postor de los servicios, sino para los acólitos que hicieron, aportaron o colaboraron en las campañas electorales. Ese es el trasfondo de los contratos leoninos a asesores, bufetes, contratistas, agencias publicitarias, etc.
En la legislatura abunda la arrogancia – en este caso, inversamente proporcional a la honestidad y la inteligencia – y permea un ambiente de grandes favores y privilegios innecesarios e inmerecidos.
En la gestión pública, además de los privilegios contributivos, han permitido a las clases adineradas evadir de manera descarada sus obligaciones fiscales, todo ello con la más absoluta impunidad.
Por décadas han enriquecido a unos cuantos, endeudando y empobreciendo al pueblo. Es esta voracidad y la dependencia en una economía en crisis, que ha sumido a Puerto Rico en una de sus peores recesiones.
El gobierno de turno, en el momento de mayor desprestigio y rechazo popular, para imponer sus “soluciones” para beneficio de los ricos, ha lanzado una campaña demagógica para hacer creer que el origen de la crisis se debe a los malos manejos de “la pasada administración”. Tienen un poco de razón.
La verdad es que la crisis se debe a la pasada administración, a la anterior, a la que le precedió y a la otra y a la otra y a la presente. Es el resultado de décadas de despilfarro, mala administración, favoritismo, corrupción y pillaje. Cada uno de los dos grandes partidos ha hecho lo suyo para erodar lo mejor de las instituciones del estado y la sociedad civil, en particular las diseñadas con carácter remedial, cultural o dirigidos a lograr un mínimo de justicia social para los sectores menos privilegiados. Ambos han sustentado un modelo económico dependiente y paralizante, que sabotea todo esfuerzo de desarrollo para los hijos e hijas de este país y se entrega en bandeja de plata a los intereses locales y foráneos.
En los últimos ocho años se aceleró el proceso de desmantelamiento de muchas de nuestras instituciones. Un ejemplo es el Instituto de Cultura Puertorriqueña. Tanto las administraciones de Calderón como de Acevedo Vilá le quitaron fondos importantes al ICP. Lo debilitaron para el golpe de gracia que ahora le da la presente administración.
No puede haber duda que se gobierna para los ricos, se privatizan las funciones públicas, se desmantela el sistema de salud, se le otorgan grandes beneficios a corporaciones y grupos de poder y al momento de la crisis, se pretende que la pague el pueblo.
Ante el llamado déficit, echan a la calle a miles y miles de padres y madres de familia, desmantelan agencias, dejan a los sectores más vulnerables sin servicios y de paso, profundizan la recesión por cuanto con dichos despidos provocan la caída económica de los comerciantes y productores, al perder esa clientela, lo que genera aún más desempleo. Ante este despojo, los sectores más alertas del pueblo se lanzan a la calle. La respuesta – invariable, repetida una y otra vez – el aumento en la represión.
La postura de que el sector privado, que no ha sido el mayor creador de empleos, va a absorber a estos miles de empleados despedidos es una cínica mentira, sobre todo en el momento en que la empresa privada está despidiendo empleados y reduciendo personal.
RICOS Y POBRES
Los grupos profesionales, economistas, planificadores, sindicatos, etc. han presentado múltiples alternativas para enfrentar la crisis. Muchos señalan que con sólo imponer unas pocas contribuciones a los sectores privilegiados, captar a los grandes evasores y cortar en los gastos superfluos, se generarían fondos más que suficientes para conjurar el llamado déficit. Pero no lo harán.
Los políticos de los partidos que se turnan la administración colonial, reciben el voto de los pobres y el dinero de los ricos. Es para los ricos que gobiernan. El dinero llama al dinero.
No hace diferencia para los pobres y trabajadores cuál sea su afiliación partidista: penepé, popular, independentista o de ninguno de los tres partidos electorales. Esa es una división artificial que no nos ha permitido contemplar la verdadera división socio económica en este país: en un lado los ricos y privilegiados junto a los políticos de turno que les sirven y del otro, el pueblo.
Por pueblo entendemos los trabajadores, privados y públicos, los desempleados, las amas de casa, los micro, pequeños y medianos empresarios y comerciantes, los sectores profesionales, los estudiantes, los residentes de las comunidades, urbanizaciones, residenciales y barrios que viven cotidianamente las dificultades de una sociedad en la que cada día hay menos para los más porque se acumula más para los menos. Éstos, organizados como sociedad civil (que incluye a los sectores religiosos, organizaciones feministas, comunitarias, ambientales y otras, el sector GLBT, sindicatos, artistas, artesanos, grupos de comercio, instituciones y colegios profesionales, etc.) tienen toda la capacidad de gobernarse a sí mismo sin la necesidad de sus explotadores.
La realidad es que los políticos de oficio, los ricos y los privilegiados son los que necesitan de nosotros, el pueblo y no el pueblo de ellos.
Esta casta privilegiada vive a todo lujo, habita en lugares paradisíacos y viste prendas que a veces valen más que lo que valen nuestros propios hogares. En su mayoría depende de sirvientes, nanas y choferes, sin los cuales son completamente inútiles. Son dueños de residencias que no habitan, fincas que no siembran, especulan con la tierra, los bienes y el trabajo humano, destruyen nuestros recursos naturales, y su vida se centra en acumular cada vez más a costa de los que tienen menos. Tiene a una casta de politiqueros a su servicio para que nos gobiernen para el beneficio de ellos. En ocasiones pone a alguno de los suyos para que nos gobierne directamente como forma de asegurar sus inversiones.
Contrario a ellos, el pueblo libra una lucha cotidiana. Nos las tenemos que inventar para vivir. Muchas veces nos cortan el agua y/o electricidad y entonces nos las inventamos para cocinar, beber agua y bañarnos. Como hijos de la necesidad, sabemos crear cosas útiles con desechos y sobras, sabemos arreglar muebles, reparar enseres, cosechar, construir o reparar una casa, hacer una investigación, escribir un informe… Somos una inmensa mina de talentos que constituye la verdadera riqueza del país.
Somos dos mundos distintos.
Los privilegiados nos venden su estilo de vida como si fuese un modelo ideal. Nos hacen aspirar a lo inalcanzable, lo superfluo y lo innecesario. Nos hacen comer petróleo, dañar el ambiente, consumir lo que no necesitamos. Nos dividen por partidos y nos hacen odiarnos y competir los unos contra los otros, y nos hacen dar la espalda a nuestra naturaleza social y solidaria. Nos han hecho olvidar cual es nuestra condición humana y nuestra capacidad de entender, crecer y de hacer realidad el amor a nosotros mismos y a nuestro prójimo. Nos miran con desprecio, cuando tienen con nosotros una impagable deuda social.
NO LOS NECESITAMOS
Nosotros, como pueblo, no necesitamos esas rémoras que solo sirven para quitarnos el pan y disminuirnos en nuestra dignidad y nuestra humanidad.
Nos necesitamos nosotros mismos. Nuestra salvación estriba en nuestra unidad. En un cambio de conciencia.
Dejemos de ser penepés, populares, independentistas, afiliados a tal o cual grupo o perseverante en tal o cual religión y seamos, por encima de ellos, el PUEBLO PUERTORRIQUEÑO.
Eso es todo. Un cambio de conciencia inminente, un despertar de nuestro potencial dormido. Este momento de crisis e incertidumbre es el momento de las decisiones trascendentales. Es el momento en que se vislumbra la posibilidad de un cambio verdadero. No podemos repetir la historia de que cada vez que un gobierno de turno le causa graves daños a nuestro pueblo, nos lancemos a protestar por un tiempo y… llegadas las elecciones marchemos nuevamente como mansos corderos a darle nuevamente el voto al partido de turno o a su contrario para volver a repetir la misma historia.
UN CAMBIO QUE ES POSIBLE
No los necesitamos.
Ha llegado el momento de un cambio que es posible. No se trata de la creación de un nuevo partido. Por el contrario, se trata de la creación de un amplio frente de todos y de todas para la salvación de Puerto Rico, que le rompa el espinazo a los partidos tradicionales.
Lo que necesitamos es la voluntad, el compromiso serio, sincero, real, incorruptible de superar las diferencias sectarias y mezquinas, cesar las luchas pequeñas para el beneficio de unos pocos y fomentar la lucha grande para el beneficio de todos. Se trata de la gran unidad del pueblo para salvar a Puerto Rico.
Es perfectamente posible generar un programa de gobierno amplio, abarcador, incluyente, aceptable por los sectores mayoritarios, que se dirija a resolver los problemas que décadas de desgobiernos y despropósitos nos han sumido.
Este programa de gobierno debe surgir de los propios afectados, los mismos que sufren las consecuencias de la crisis. ¿Quién conoce mejor los problemas del sistema de salud que los médicos, enfermeras y pacientes? ¿No es acaso la propuesta del Colegio de Médicos Cirujanos una que merece la mayor consideración para rehabilitar el sistema de salud de este país y hacer accesible los servicios médicos a todos los que los necesiten? ¿Quién conoce mejor la situación de crisis en las escuelas que los maestros, directores y estudiantes? ¿Es posible que los miembros de los diversos sindicatos magisteriales hagan un detente a sus divergencias y trabajen un programa dirigido a la salvación integral de nuestro sistema educativo público?
¿Quienes conocen mejor los problemas comunitarios que las propias comunidades? ¿No pueden ellas mismas desarrollar sus propias propuestas y proponer a sus propios candidatos? Lo mismo ocurre con los sectores feministas, sindicales, religiosos, la comunidad GLBT, los sectores profesionales, los micro, pequeños y medianos agricultores, productores y comerciantes, los estudiantes y universitarios, las amas de casa, los impedidos, los artistas, etc.
¿Quién dice que un nuevo mundo no es posible?
Ese mundo es posible, pero tenemos que construirlo entre todos: de manera solidaria, sin discriminación, sin prejuicios, sin opresores ni oprimidos. Tenemos que hacer realidad los ideales de igualdad y justicia que este sistema actual hipócritamente preconiza. Tenemos que abandonar los resentimientos, las viejas luchas intestinas y sectarias. Tenemos que echar de lado la tentación del protagonismo, los oportunismos y la mala fe. No podemos descartar ideas y posiciones basados, no en sus meritos, sino en su autoría.
Éste es el momento de ser todos mejores y dar lo mejor de cada uno. Es posible explotar ese gran caudal de talento que albergamos. Los colegios y asociaciones profesionales; economistas, abogados, médicos cirujanos, trabajadores sociales, cooperativistas, plomeros, agricultores, etc. tienen la capacidad y el conocimiento para brindar asesoría y propuestas para el desarrollo de un programa de gobierno amplio dirigido a abordar los problemas de la agricultura, educación, salud, desarrollo económico, desarrollo comunitario, vivienda, conservación ecológica, energía alterna y renovable, reforma del sistema legal, de la rama legislativa y ejecutiva y de las agencias del gobierno, contra la corrupción y el despilfarro y – sobre todo, por la justicia social y económica.
En nuestra patria hay muchos hombres y mujeres, que por encima de sus afiliaciones particulares, son seres humanos honestos, capaces y comprometidos. Ese tipo de persona, dispuesta a servir, sin protagonismo, sin agendas oportunistas o sectarias, son quienes pueden y deben representar al pueblo en el gobierno.
En aras de acabar con la anti-democrática imposición “desde arriba” de los llamados “líderes” y programas de gobierno, los hijos e hijas del pueblo que surjan como candidatos deben de provenir y ser propuestos por sus propios grupos, sectores y comunidades. Los mismos deben de juramentar fiel cumplimiento al programa que representan so pena de destitución inmediata de su cargo, no importa el que sea que ostente.
El nuevo gobierno debe de fomentar la austeridad. Debe hacer una drástica, inmediata y sustancial reducción de los sueldos y beneficios de los jefes de agencias, ejecutivos, legisladores, “ayudantes”, etc. en las tres ramas del gobierno y de arriba hacia abajo comenzando por los que más ganan. Revisar y rescindir los contratos leoninos que se hayan otorgado, investigar y procesar todo acto de corrupción y despilfarro, encarcelar a sus autores y recuperar los bienes mal habidos. Hacer una profunda reforma de las estructuras de gobierno en las tres ramas, en particular la forma en que están organizadas, su funcionamiento y las formas de reclutamiento, nombramientos y ascensos. Proteger a los sectores trabajadores y productivos mediante salarios justos y condiciones adecuadas de trabajo tanto en el sector público como privado. Promover la salud mediante un seguro universal y el acceso a los servicios médicos. Garantizar la educación de calidad y excelencia. Promover el desarrollo económico integral y sostenible mediante la creación de cooperativas, corporaciones de trabajadores dueños, corporaciones comunitarias, y programas de incentivos viables y adecuados a nuestra realidad para los micros, pequeños y medianos agricultores, productores y comerciantes. Debe convertirse en un facilitador del desarrollo agrícola, industrial y comercial según las necesidades reales del país, integrar a la producción a todas las personas hábiles y capacitadas para trabajar en aras de reducir y eventualmente erradicar la improductividad y la dependencia. Hacer una reforma fiscal justa y verdaderamente abarcadora. Sustituir el impuesto a las ventas por una distribución justa de los impuestos donde paguen más los que más ganan, alivie la onerosa carga a los sectores trabajadores y productivos y capte a los sectores privilegiados y los que evaden sus obligaciones contributivas para que todos aporten su justa contribución a nuestro pueblo y nuestro país.
UN NUEVO PAIS ES POSIBLE. DEPENDE DE NOSOTROS.
Humberto Pagán
9 de octubre de 2009
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